Costura y confección para ‘nuestras almas’ | Vanguardia.com

2023-02-15 16:20:04 By : Ms. Lin Jenny

Uno de los problemas que históricamente ha tenido Bucaramanga es el de los habitantes de calle, que ha ocupado a las administraciones...

A veces la barra de las agujas de las viejas máquinas de coser de nuestras abuelas no giraban del todo bien. Debido a ello, esas pinzas no tomaban los hilos de la canilla.

Ante ello, las más adorables costureras de nuestros hogares encontraban un pequeño obstáculo para terminar sus prendas.

Pero nuestras ‘nonas’, como unas auténticas expertas del oficio de hacer trajes, solucionaban esa situación.

Si el problema eran las agujas, las quitaban y las volvían a colocar bien; ya sea siguiendo instrucciones o cambiándolas por otras nuevas.

Y ellas, al igual que las máquinas de coser, que siempre han sido unas grandes consejeras en nuestro crecimiento, tenían claro que si el tema se les salía de las manos, pues había que acudir al taller de reparación para que las revisaran y les reajustaran sus herramientas de confección.

Antes de que siga leyendo, le aclaramos que la página de hoy no intenta explicarle una a una las piezas de las que se compone una máquina de coser doméstica. Primero, porque sería extremadamente técnico y aburridor; y segundo, porque estaría ‘fuera de lugar’ en esta columna periodística.

Sin embargo, en medio de los botones, el cartabón, el hilo, las telas y por supuesto las agujas, podríamos recordar que ninguna de estas piezas sirve de nada si antes no hay un costurero que le dé su mano a este bello oficio.

¡Pues bien! Así es la vida: tenemos las herramientas, solo nos hace falta utilizarlas.

A todos nos corresponde apuntarle a la costura de lo que queremos ser para que, en los tejidos que diseñemos, reflejemos nuestros sueños.

Hay que aclarar, eso sí, que el bordado de cada quien es distinto: algunos hilos son de colores más oscuros que otros o de diferentes texturas.

Algunos se enredan con la lana, otros no encuentran las agujas o las tijeras; y no faltan los que no saben qué hacer con los botones.

Lo que pretendemos decir hoy con la enorme ilustración de una máquina de coser que se ve en esta página, es que ella, como la vida misma, no es más que una herramienta que nos sirve para hilar nuestros anhelos.

Si la máquina tiene el pie que sostiene la mesa y el pedal; usted también tiene no uno, sino dos piernas, para imprimirles su propia velocidad a sus proyectos.

¡Usted decide cuándo y cómo quiere acelerar!

También está la ‘mesa’, que sostiene en su parte inferior al motor, al interruptor y al cajón de accesorios.

Pues bien, su voluntad, sus ganas de vivir y el color que le imprima a su vida conforman su propia mesa de operaciones.

Y en la parte superior, la máquina sostiene el ‘portaconos’, la cabeza de la máquina y el devanador de canillas. Para eso, están su imaginación y el invaluable don de poner toda su creatividad al servicio de sus grandes metas.

Ahí está su vida comparada con el oficio de coser trajes, ese que le permite encontrar las medidas precisas para elaborar un vestido de saco y pantalón a su gusto y que, incluso, le permitirá ‘estar a la moda de su propia alma’.

Desde nuestro taller de sastrería espiritual podemos imponer nuestro pulcro tallaje, no para que nuestras prendas nos hagan lucir bien, sino para que entre telas y tijeras reserve varias horas para confeccionar su proyecto del buen vivir.

Tejer es un arte que se debe asumir, sobre todo, cuando se trata de vivir; inclusive por encima de las críticas.

Ojo: si no queremos que los demás nos critiquen, pues no hagamos nada. No obstante, debemos reflexionar si queremos seguir siendo los ‘don nadie’' en la costura de nuestro mundo.

Nuestros bordados les gustarán a unos más que a otros, pero no por eso debemos prestarles atención a las docenas de voces que saltan a reprocharnos.

También es cierto que en ciertas ocasiones vemos que nuestras vidas son complicadas y que atravesamos por situaciones confusas, dolorosas e inciertas; pero no debemos desesperar. Hay que recordar que lo que hacían nuestras abuelas, cada vez que las agujas de sus máquinas de coser no se ajustaban.

Al final el bordado de ellas, como el de Dios, es el que nos permitirá entender que valdrá cualquier esfuerzo para tejer la vida que anhelamos.